martes, 14 de septiembre de 2010

Historia cerca a la ventana



Las soledad es un buen lugar para encontrarse, pero uno muy malo para quedarse...


Pedrito García, era un cincuenton  tranquilo, se ganaba la vida tejiendo chompas que vendía en diferentes lugares de la concurrida Lima a un público digamos que exentico, disfrutaba  hablar con sus clientes y de caminatas  por las tardes o de sentarse cerca de la cocina de algún cafetín de paso  mientras le daba sorbos a una taza de mate de manzanilla, el sabia que llevaba una buena vida, una vida que se podía disfrutar, no como esas muchas  que veía en Javier Prado después de las 6 , mientras cruzaba la concurrida avenida luego de dejar su mercadería en alguna galería del distrito. Solía mirar  atraves de los vidrios de los autos a todas esas personas que desfilaban como muertos en vida delante de él, con esas miradas lánguidas y perdidas en medio del día que estaba muriendo.
Pedrito García, no disfrutaba la política, alguna vez escucho hablar a un viejo argentino sobre política y copio la postura de ese señor para sí mismo, cuando le preguntaban por quién votaría?, el sonreía con una mueca altiva y solo se limitaba a decir que esas cosas no lo afectaban porque su vida se desarrollaba en otro “barrio” dejando así culminada la plática en referencia al democrático tema.
Mientras que el regreso a casa se constituía en el arte de volver al hogar , mientras regresaba bajaba a dos cuadras de casa, pasando por la bodega  de Don Doroteo y se sentaba en un banquito de madera, destinado solo a clientes A1 donde iniciaba la acostumbrada charla de diez minutos donde le contaban alguna rareza de algún cliente que en realidad era hijo de el embajador de tal lugar y que era primo de fulanito, que lo vimos en el congreso y luego del respectivo descargo de información Doroteo hacia lo propio , contándole del último diente del nieto o le golpe que le partió la cabeza, todas cosas muy casuales muy simples , es que la vida de  Pedrito García era simple, sin traspiés ni cuencas ni subidas, era una bella tranquila pampa sin fronteras más que sus chompas.
Ese día Pedrito García llego un poco más temprano, lo suficiente para ver que aun podía entrar por su ventana los últimos reflejos del sol, y se sentó en la cama, en esa cama vacía desde siempre, estaba inmaculadamente tendida, porque si algo era él era un hombre ordenado, sentado en la cama miro atraves de la ventana y nunca en su vida había experimentado la sensación de ser el más pequeño del universo, ninguna sensación se comparaba a lo que el estaba experimentando hasta ese día, quedo sorprendido, a pesar de haber vivido toda su vida solo, aquella tarde fue mortal, anhelaba más que a su propia vida el que alguien pudiera ayudarlo , por favor cualquiera, cualquiera que fuese, pensaba,  pero no había nadie, un olor profano flotaba en el aire, se podía oir que llovía dentro de su alma, un sin número de soldados de las arenas de sus propio desierto tomo la ciudad de su corazón sin piedad, la batalla se había iniciado, oleadas de ejércitos invadían todos los tiempos de su corazón , todos sus pasados destruyendo todos sus presentes, los hicieron retroceder y acribillaban sin piedad ni compasión, las aves del cielo volaban en círculos con ojos de hambre , con ojos de piedad, las costas de sus deseos fueron incendiadas y ardieron hasta el anochecer en medio de bellas embarcaciones , delicadas embarcaciones que jamás antes se habían echado a la mar, y ahora solo eran un tributo en llamas a la paz que cuido y preservo que ahora solo servían para incendiar y avivar este holocausto justo allí en el templo de la piedad de su propia alma…esta batalla no era justa, esta batalla era épica.
De vuelta sentado en su cama, se dio cuenta que ya había anochecido, todo había sido tan extraño tan confuso…tan humano.  No era el mismo hombre,  habían pasado muchos años ya, la batalla había destruido su vida y sus recuerdos, no existía el tiempo solo ese instante, se levanto con dificultad de la cama camino hacia la ventana, allá afuera la ciudad se movía vertiginosamente, todo era frio y oscuro desde su habitación del sanatorio, no recordaba donde había quedado su casita, ni lo que había pasado con los nietos de Don Doroteo ni por qué no podía ver las chompas que solía hacer en casa, todo era frio y abrumador, su corazón también estaba frio, pero deseaba latir, el sentía que la vida no estaba lejos, y conforme la vida comenzó a llenarlo desde dentro su corazón latió como años no lo había hecho pudiendo sentir el calor en sus venas y ese palpitar en sus sienes que anunciaba el arribo de una nueva idea o de una nueva razón, al verse allí cerca a la ventana , al no tener más respuestas, al estar completamente solo como siempre, su mano temblorosa se acerco a su rostro cubriendo sus ojos como si fuera un niño, y allí parado sin testigos y sin querer hacer ruidos (para no preocupar a nadie), lloro amargamente…pero lloro bajito.

Omar Gavidia 

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