lunes, 9 de agosto de 2010

En el balcon


Huguito Garcia se mira en el espejo del ropero, teniendo cuidado de abrir lentamente la hoja  pr que chilla demasiado y necesita observar su figura(una vez mas) , el ruido que hace la puerta vieja es demasiado delatador, y es incomodo que su mama pregunte ya dos veces: ¿qué tanto te miras en el espejo?, pareces mujer!!, y a el  no le importa mucho  lo que la madre piense de él; se prueba esa casaca que parece de cuero marrón que le regalo su tía del último viaje a Ecuador, esa con peluche en el cuello que le da una apariencia así como más distinguido y más extravagante, con esos sonidos de cuero cuando mueve sus brazos , que lo hacen sentir como esos maestros Shaolin de las películas de sábados por la tarde, lanza un puño al aire y suena el cuero en golpe seco, y el sonríe(se siente alucinado), para luego imaginar  que ponerse debajo, tal vez ese polito negro que decía “sin fin”; claro!!! esa es una buena idea piensa él, en la televisión veía chicos con una casaca como la de él, saltando unas paredes con zapatillas de esa marca, todo está quedando perfecto piensa y vuelve a sonreír.
Huguito Garcia tiene 10 años de edad, es el único hijo de su casa y nunca a tenido una enamorada, aunque en sus fantasías ya lleva tres en su haber, esta es la posibilidad de que realmente consiga una de verdad, de carne y a la que le pueda tomar la mano y no solo pagarle su helado en la playa. Su gran amigo el “negro” Zevallos, le ha confesado que la niña que vive a media cuadra en el 207 de nombre Andreita Cajo, lo ha visto caminar en las mañanas cuando él iba a comprar el pan, antes de salir al colegio y pensaba que el era lindo. Lindo!!, se repetía Huguito Garcia una y otra vez, y  a pesar de que su rostro no reflejaba emoción, su corazón estaba acelerado y sus manos transpiraban cual manantial de sales corpóreas, Huguito Garcia suelto una vez más  su imaginación (que lleva muy desarrollada y muy entrenada)  pretendía ver todos los posibles finales en los que se encontrarían finalmente y podria decirle:  te esperaba, o talvez, con vos grave: al fin nos conocemos. Es asi  que ensayo durante días su voz y lo que le diría.
El viernes en la tarde, mientras volvía del colegio encontró en el camino al Negro Zevallos, y como quien no quiere la cosa le pregunto si había vuelto a conversar con Andreita Cajo, y el negro “canchero” y conocedor del arte amatorio le respondió que si, que si él deseaba le podía hacer “el bajo”, palabra clave en los contratos verbales entre adolecentes, cosa que incomodo un poco a Huguito Garcia pero no tenia otra opcion, asi que  no solo acepto que intercedieran por el sino que además acepto los consejos del gurú de 14 años. Esa noche la recomendación era que se sentara en el balcón del segundo piso, así con el viento en el rostro, para dar el aire de “rebelde sin causa”.
La noche estaba fría, y luego de ver o mejor dicho practicar su mirada en el espejo, Huguito Garcia salió a impresionar a Andreita Cajo, llego se sentó y el viento jugaba con su cabello mientras que el se aferraba a su casaca, quien con disimulo subía lentamente el cierre de la misma por que al cabo de unos momentos el frio y la brisa del mar le arrancaron el primer estornudo, el solo se dedicaba a mirar hacia la casa de la pequeña admiradora ya que trataba de hacerla tener conciencia de su presencia, desde su balcón contemplaba como la chata Vanessa, salía con David, su “mejor amigo” y el la cogía de la cintura mientras le revisaba "algo" en el ojo cerca al  Jardín de Julie, también vio como de la casa de al lado el Papa de Mechita la niña que salía a regar el jardín con esos diminutos shorts que tan bien le quedaban salía apresurado para ingresar  a la casa de la mama de Alejandro, su esposo era marino mercante y Huguito Garcia pensaba para si que era importante que un hombre adulto (con los años entendió que era  adultero) ayudara a la pobre mujer con las tareas de la casa que ella no podía. Pero entre el espectáculo de la calle y el frio que le penetraba cada célula de su cuerpo, veía como Andreita Cajo salía a la puerta de su casa y allí estaba el “negro” Zevallos, listo y raudo a cumplir su cometido, siendo el mediador entre el corazón de Huguito Garcia y los tiernos labios de Andreita Cajo.
Dura misión era para el Negro quien le sugirió a Huguito Garcia que repitiera esta acción durante unas dos semanas mas, a fin de que el pueda hacer su trabajo y que ella se sienta impactada por la presencia del “chico del balcón”.
El jueves en la noche y con un poco de fiebre Huguito Garcia decidió no presentarse en su vitrina nocturna, sus bronquios le habían jugado una mala pasada y su mama pensaba que perdía el tiempo desde que lo vio sentado como un sonsonete, como le dijo ella. Huguito Garcia solo la miraba, porque sabía que no podía explicarle que lo que el estaba haciendo; se trataba de una pieza de ingeniería, de una opera prima del talento, de un plan concebido desde la mente de un maestro, era un acto de puro y completo amor (o al menos algo parecido)
El viernes no pudo ir al colegio y mucho menos subirse a su “andamio” del amor, el sábado se sintió más recuperado, espero el domingo ya estaba bien, se miro al espejo se puso su polo negro se cerró  bien la casaca para no recaer, esta vez la bufanda cubría parte de su  rostro y asi se iniciaba el espectáculo de la noche todo era lo mismo, los perros, la gente el frio, solo que no vio al “Negro” Zevallos, ya no estaba en su ubicación, que se habría creído?, pensó Huguito. Entonces vio que de la quinta de doña Rosemary, donde tantas veces había patinado con los chicos , la figura del “negro” Zevallos se contorneaba , y en un segundo de luz del poste distinguió a su admiradora, ahora fuertemente contenida  en un abrazo del “negro”  y dejándose besar de forma poco “decorosa” como hubiera dicho su tia Isabel, el dolor que sentía Huguito Garcia era incontrolable, como cualquier hombre que se respeta a su edad, hizo lo único que podía hacer, quedarse sentado y llorar…esa noche se dio cuenta que la gente era mal, que no podía confiar ni aun en sus amigos, ese “negro” lo había engañado y abusado de toda su confianza, el se bajo del ese ridículo balcón sintiéndose el más ridículo de todos los ridículos del mundo, no entendiendo como había podido actuar de una manera tan estúpida, ella nunca lo miro, nunca lo quiso y el solo quería conocerla, no quería que lo trataran como un completo idiota;  corrió rápidamente al tercer piso tomo una bocanada de aire y paso a su casa, luego a su dormitorio y ya en su cama lloro amargamente recordando la traición y aprendiendo una lección que lo acompañaría durante toda su vida, aprendió que muchas veces el dolor es mayor cuando pierdes lo que nunca fue tuyo, y ya no quiso bajar a jugar con sus amigos durante algunos meses.
25 años mas tarde el está en el mismo balcón, sentado mirando directamente a la casa que fue de Andreita Cajo, y ya casi no recordaba al Negro Zevallos sino fuera por el silbido con el que un hombre con sobre peso llama a sus tres hijos a la casa, diciéndoles que ya es tarde. Huguito Garcia ahora lo observa y solo sonríe, decide sentarse en ese balcón que ya no se ve tan alto y el frio no es tan agresivo, sube sus dos piernas adoptando por unos momentos esa postura que quiso lograr cuando aún era niño, pero recuerda que ya no necesita impresionar a nadie, ahora el está mirando mas allá de la casa de la niña que le partió el corazón, ahora mira hacia el horizonte, mas alla del cielo, Huguito Garcia ya no posaría nunca más para nadie, porque ahora hay alguien que lo espera, el está sentado en el balcón del corazón de la mujer que lo ama, el allí es el niño que sonríe y baja para decirle, demoraste mucho, no sabes cómo te extrañe…te dije que te amo?

Omar Gavidia




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